lunes, 24 de marzo de 2014

La mujer y la dominación.


No hay nada que irrite más que el ser confundido por otra vieja, que le den los agradecimientos a ella mientras que muy adentro en el alma uno sabe que fue eso lo que hizo para que el muy descarado cumpliera con su destino. No hay nada que irrite más que encontrarse en amoríos con un ser pusilánime que en su momento no supo escogerlo a uno sino a la otra. Duele profundamente sentirse relegada cuando uno sabe que tiene todo el mérito para ser la primera.

No hay nada que irrite más que ver a otro ocupando su lugar cuando uno siente muy en el fondo de su ser que tiene todos los méritos para ese empleo. Y duele muy profundamente cuando uno descubre que el otro está llevando a cabo la estrategia que uno propuso en la entrevista de trabajo. Como duele haberse perdido en coqueteos insulsos con aquel que dice que va a ser su jefe inmediato, que lo provoca a uno hasta el último momento prometiéndole que ese empleo va a ser de uno, y que va, llega el sobrino de una reconocida figura pública y se queda con el trabajo.

Duele, duele en el alma, que por falta de ingresos apropiados y por falta de una estabilidad familiar, léase un compañero idóneo, tenga uno que entregar la hija a su padre a que crezca con una madrastra en otras condiciones que seguramente no serían tan buenas como las que uno le daría. Duele la extorsión, “no voy a dar un centavo si no tengo a mis hijas viviendo conmigo” y las pobres chinas, que adoran al papá tienen que aguantar ya sea a una muchachita de su misma edad, o a una señora que le dobla los años al papá, todo porque la ley no da prevalencia a quien no tiene fuente de ingresos estable.

Como duele querer independencia, lograrla a través del matrimonio con un vergajo que a la postre terminará destrozándote la cara, y tener que volver a la casa paterna, hijos incluidos, mordiéndose el orgullo y sin ninguna esperanza de recuperar la libertad. Como duele, y es una herida con vinagre, sal y limón, que quien tome las decisiones sobre el porvenir de uno sea el propio padre a sus setenta y más años porque uno sin un trabajo estable, sin un ingreso digno no es más que otro cero a la izquierda. Cuánto tiempo pasa y uno jamás aprende a doblegar el orgullo y a dejar de doler, y a dejar de irritarse hasta agotar las energías luchando por tener dominio sobre sí.


Me hacía falta un poco de irritación, hoy ya cambié.




Luca Luciano
@zafarytv


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