domingo, 16 de marzo de 2014

Hacia una columna de opinión artística.


Estaba preguntándome qué pasaría si existiera opinión artística, no crítica artística, ni columnas culturales, sino más bien, columnas que emularan las columnas en el periódico que versan de temas políticos y económicos, los temas duros, los temas importantes. Y qué pasaría si dentro de las columnas de opinión artística se manejara la crónica como un género estrechamente ligado a las artes a través del libro de artista, o libro de visitas a una exposición.

Cuenta la historia que hubo una artista plástica de nuestro tiempo llamada Luca Luciano, la historia de su nombre artístico es tan larga como sus obras de cuya tradición daremos cuenta. Pues dicen los conocedores que la tal Luca fue una vez a parar al manicomio, la pobre sufría de enfermedad bipolar, un eufemismo para la ampliamente conocida maniaco-depresión.

Y puesta allí, generó tanto resquemor entre las enfermeras porque no quería seguir su terapia. Hacer un sinnúmero de trabajos manuales, fútiles, poco artísticos, por el mero hecho de mantener ocupadas las manos. Esos objetos no llegaban ni a artesanías. Y dicen que se le escuchó diciendo que ella, porque era una ella con pseudónimo de hombre, como tantos que se han dado en la historia, que ella era una artista profesional.

¿Pero qué es esto de ser una artista profesional? Era la capacidad de mirar más allá de los límites de la banalidad y rayar con la esencia de las cosas.

Apenas regresó Luca a su casa, su hermano la estaba esperando con sendos lienzos de 30X30, se supone que para la terapia el paciente está supeditado a hacer solo cosas pequeñas. Y entonces Luca aceptó. Vamos a hacer terapia. Y oh sorpresa cuando sus manos, su cerebro y sus emociones no respondían. Años de trabajo, de esfuerzo consciente para ser artista profesional se habían ido a la basura.

Y entonces hizo caso omiso, y se esforzó y pintó sin rabia, sin sueño, ni siquiera ternura y han salido las obras de arte más horripilantes que se hayan visto jamás. Una amiga de la artista que por suerte estudió psicología determinó que la obra a exponer era la fea, la horripilante, que eran las transiciones de las emociones las que importaban.

¿Pero cuáles emociones? – Espetó Luca, si parecía un androide sin gusto, sin teoría del color, sin forma, sin profundidad de campo, sin fuerza interpretativa, llámenlo como quieran, era una situación absurda causada por el exceso de medicamentos para el control mental en el cuerpo.

Y pasó el tiempo y Luca recuperó sus facultades mentales y emocionales y entonces tuvo una idea, a estas obras hay que echarles un retoque para ponerlas presentables para la venta. Y sucedió el milagro, el hermano no volvió a plantear el tema de la terapia, ahora se trataban de auténticas piezas de arte elaboradas por una artista profesional.

Y compró trés. Luca sacó del cajón su epicrisis, lo fotocopió por trés y los dos asumieron que eso era la carta de autenticiad de la obra. La amiga psicóloga se molestó porque ya no hubo paciente sino artista. ¿Nombre de la obra? No dejes que me vean en este estado tan lamentable.



Luca Luciano
@zafarytv




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