Lorencita Villegas de Santos
Hablando de adultos mayores les voy a contar la historia de mi abuela, la borbona, la descendiente del virrey Góngora y Góngora. Luego de tener una infancia y una adolescencia feliz en el eje cafetero en donde solía llevar pantalones y botas para montar a caballo, con la pujanza que caracteriza a la gente de esa región, había nacido en Manizales, ella decide salir de su casa y viajar sola a la capital, no había cumplido los 25 años. En Bogotá se ennovia y se casa con un médico javeriano y juntos salen a recorrer toda la zona cafetera que para la época cubría el Tolima Grande, Tolima y Huila, prestando sus servicios de salud. Ella oficiaba como enfermera. Tuvieron dos hijas, mi mamá y mi tía que sufrió de poliomelitis, situación que le generó una discapacidad en una de sus piernas. El abuelo fue dado de baja, sufrió un cancer de garganta, iba con Jara, el hoy gobernador del Meta, quien acudió a cuidarlo en su lecho de enfermo. Luego de la muerte del abuelo, para la época no se acostumbraba que las mujeres trabajaran, mi abuela se encontró en tal estado de precariedad que internó a mi mamá en la Normal de Ibagué, en donde forman maestras de escuela y en donde la recibían gratuitamente, allá todas las señoritas eran becadas. Y cogió a mi tía y cargó con ella hacia Bogotá para que le hicieran todos sus tratamientos en el Hospital Lorencita Villegas de Santon. Con las dos niñas internas, ella pudo trabajar como maestra de escuela. Cuando las niñas terminaron su bachillerato procuró que mi mamá se casara como fuera para que la mantuviera el marido, por algún tiempo trabajó mi mamá como docente pero se dedicó mayormente a las labores del hogar. A la otra jóven, sí la sacó universitaria, también hacia los 50 hay todo un movimiento de mujeres que finalmente terminaron accediendo a estudios superiores y mi tía fué una de las beneficiarias, según mi abuela porque con su aparato en la pierna difícilmente se casaría. Mi abuela y mi mamá ya murieron pero mi tía es una mujer sorprendente, muy autónoma y que se las arregla sola pese a todos los obstáculos que la ciudad presenta hacia la población discapacitada y se ha constituído para mi hermano y yo en todo un ejemplo de superación y de vida.